7 de mayo de 2010

La omnipresencia del gérmen


Gracias a Dios (o dioses, según su creencia, y si son ateos, no se a quién le pueden agradecer) que estaba en la otra punta del subte. Era algo tarde, creo que el último subte que salía, por eso no había mucha gente y no era día de semana. Como siempre me subí en el último vagón ( cuando es de día, lo hago siempre en el primero). En el otro extremo había un tipo, no podría decir de que edad, pero si mayor como para saber ubicarse. En un momento lo observo y estaba escarbando de lo más lindo y muy sabroso, digo en tono irónico, su nariz. Parecía que la estaba explorando un hueco sin fin. Después de un rato y sin tener vergüenza por la mirada de alguno, como yo, que estuviera en el subte, se detuvo. Apoyó su mano mocuda en el asiento, luego se balanceo un poco para tomar la agarradera (con la misma mano), esperó a que se abriera la puerta y salió muy campeante y aliviado. Todavía con asombro se me dio por mirar el lugar donde estaba sentada y mis neuronas empezaron a hacer sinapsis. Observé la agarradera y pensé: si este tipo hizo eso, no me quiero imaginar los gérmenes que habrá en estas y en las que he agarrado en todos mis viajes, y en los asientos que me senté, y en los caños donde me sostuve!!! Seguro que mi cara se parecía a la mina de la película Psicosis. Vuelvo a agradecer que ya llego a mi estación y me levanto de un salto. Sigo agradeciendo de que en mi mochila llevo una botella de alcohol en gel.

(Foto: www.necesidadessocialmenterechazadas.blogspot.com)

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