6 de octubre de 2010

Ghghsghi ghesghgtoy ghbighgenh


Ayer fui al odontólogo o al ortodoncista o al dentista, como ustedes más prefieran. Creo que entre el primer y segundo concepto hay diferencias en cuánto a la labor que llevan a cabo. Igual, todos trabajas con las manos en la boca.



Fui a una clínica de último modelo que me sorprendió que en la sala de espera tuviera computadoras con acceso a Internet gratis y no esas revistas viejas de hace unos años atrás como hay en todo consultorio odontológico. Y debo decir que se me cayó abajo mi hipótesis de que los dentistas no usan barbijo cuando atienden a sus pacientes, porque la que me tocó, una divina, se puso hasta gafas de plástico. Yo parecía todo un experimento de laboratorio en tales condiciones y supuestamente había ido para una revisación y control. Tengo una obsesión bastante antaña con los dientes y quien me conoce, lo sabe. Mi horror cuando me dijo que tenía una caries!!! "¿Cómo puede ser, si me cepillo más de cuatro veces al día, uso hilo dental y enjuague bucal?" Encima no soy amante de las cosas dulces, sino de las saladas. Oh cosa, nunca tienen explicación para esos "misterios".



"Vamos a arreglarla" y empieza levemente a inclinarme en esas sillas tan cómodas e irremediablemente escucho el sonido del torno. No le tengo miedo sino que me incomoda que me hagan abrir tanto la boca. Y aquí está el quid de la cuestión: con esos algodones en la boca, con los dedos de la dentista en mi boca, con el torno perforándome la muela en donde siento un leve olor a hueso quemado y con un aparatito que me va succionando la saliva, me pregunta: "¿Estás bien?".



A ver, entiendo que quieran saber tu estado, pero con todas esas cosas en la boca, no se puede responder, encima no te miran los dedos de la mano cuando uno levanta el dedo pulgar para simbolizar que está bien y es por eso que uno termina diciendo medio en gangoso "ghghsi hsesghgtoy ghgbighgenh" (escondido entre tantas g y h está la frase de si, estoy bien).

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